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Nunca había caminado cuando nací.
Empecé despacio y a tropezones.
Me fui soltando hasta encontrar el camino.
Al principio muy despistado y perdido.
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Del camino partían otros caminos.
Cortos, largos, cuesta arriba o cuesta abajo.
A veces llanos y hasta cortados.
Con lluvia, calor, nieve y enfermedades.
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En el camino una ermita me miraba.
Entré a visitarla y la Virgen allí estaba.
Fue una parada para descansar y meditar.
Nunca supe que hacía una ermita en mí recorrido.
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Al salir coincidí con otra joven muy bella.
Hicimos caminos juntos y hasta nos besamos.
Me explicó que era hacer el amor y le vino un hijo.
Nos separamos. Ella con el niño y yo seguí mi camino.
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Comía lo que podía o me daban las gentes.
Trabajar poco. Lo mío era andar o correr sin saber el destino.
Amigos: Una sombra, aire, lluvia, pájaros, estrellas y el sol.
Me gusta escuchar sin opinar. Lo mío soñar sin comentar.
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Ha pasado mucho tiempo ya no soy el que era.
Ando a trompicones con muchos dolores.
Me gusta el paso del rio y ver sus peces nadando.
Parar en posadas que sorpresas guardan.
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Mujeres muchas. Amigos... no sé. Soledad mi compañera.
Me he cruzado con coches, aviones y muchos cabrones.
Un peregrino me enseñó a mal leer y a escribir peor.
Para qué saber. Mejor ignorar. La muerte mi propiedad.
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Los animales me respetan.
La tierra me alimenta.
Es largo el camino, muy largo...,
a veces pienso que nunca terminará.
Otras pregunto: ¿para qué he venido,
sólo para hacer mi camino?.
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Bueno, mejor ya no sigo.
Lo escrito lo he quemado.
No quiero testigos de lo vivido.
Ni que nadie sepa que aún sigo, mi camino.
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Eloy Peña.