El niño juega y la madre observa
con la pelota pinchada sobre la hierva seca;
corre y corre como liebre ciega
sin pensar en el venir de la ola quieta.
Treinta años tiene el niño
aunque el pelo ya le falta;
no le gustan las mujeres bizcas
las prefiere con las gafas negras.
El niño jugando también las canta
con la inocencia de la rubia sabia;
se alegran como si de entierro fueran
mientras el niño piensa y también sueña.
Eloy Peña.
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