en un merendero cercano al río;
nuestros ojos hablaban
cuando se ponían bizcos.
Sobre la mesa vinos y tapas
los dos solos el calor apretaba;
el del sol y el de nuestros cuerpos
que de nervios temblaban.
Avispas y moscas nos acompañaban
el sonar de río nos enloquecía;
vertí mi vaso de vino sobre su cara
mientras con el mantel se secaba.
Me contestó con un eructo
con olor del ajo de las gambas;
me escupió la cara
como joven endemoniada.
Levantados de la mesa
las hostias volaban;
te tiraba de los pelos
mientras mi cara arañaba.
Después, sentados frente a frente
en un merendero cercano al rio.
Nuestros ojos hablaban
mientras las manos se agarraban.
Eloy Peña.
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