El otro día volví a oír tu voz
aquella que antes oía
cuando contigo hablar era un placer;
hasta que se rompió el encanto
de dos parlantes desconocidos
que nunca se llegaron a conocer.
Me alegra que no me colgases
porque sin tu saberlo, te recuerdo;
como algo mágico, como algo extraño,
que en mí llevo grabado;
de un pasado que quedó parado
pues el tiempo aún no me ha borrado.
Hay momentos en la vida
que aparecen sin saber el porqué;
después, se marchan o los echamos.
No te pido perdón pues Dios no eres
además ni hubo pecados
fue sólo un juego que no supimos jugarlo.
Eloy Peña.
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