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Hace unos días..., acudí en compañía de una de mis hijas a una de las muchas terapias de grupo que me he visto obligado a participar como padre. "De una persona con un grave problema de trastorno de la personalidad".
Psicólogos o asistentes sociales (mujeres u hombres) organizan en un circulo de sillas para que familiares y enfermos comenten entre todos... su estado de evolución (alcoholismo, drogadicción, malos tratos, separación de padres, cuestiones económicas, falta de cariño, miedos injustificados, sombras, manías, complejos, etc y etc,).
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Como buen observador he llegado a la conclusión..., "que muchas veces los enfermos de verdad... son los profesionales que dirigen el teatro a su forma y manera". A cambio, de un sueldo o salario y ¿por qué, no? de intentar ligar sobre todo los psicólogos (haberlos haylos). Porque tienen la mala costumbre, como los curas, de indagar en el interior de las personas (mujeres de buen ver). Y, así, saber más de la cuenta...,.
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Son los que quieren guiar al rebaño para que vuelva a sus parcelas en su vida familiar o social. He asistido a demasiadas terapias en diferentes centros con un mismo resultado final...,. Los profesionales: sus horarios, sus salarios y sus muchos problemas personales...,. Los enfermos, mejor, que visiten a La Virgen de Lourdes (por lo de los milagros).
Nota: "No cito centros ni nombres porque creo que ha quedado más que claro"...,.
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Dicho lo dicho y, como experto, en algo añadiré:
El estatuto de Roma, instrumento constitutivo de la Corte Penal Internacional, en su artículo número 7 sobre los crímenes de lesa humanidad, numeral 3, establece que: Se entenderá que el término “género” se refiere a los dos sexos, masculino y femenino, en el contexto de la sociedad. El término “género” no tendrá más acepción que la que antecede.
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Sin embargo, tradicionalmente cuando se aborda el tema de la violencia de género, inmediatamente es frecuente asociarlo con las múltiples y diversas formas de violencia ejercidas contra las mujeres por los hombres en un sistema social patriarcal, pues la violencia de género cada vez más se ha convertido en sinónimo de violencia contra las mujeres, hecho que puede explicarse como consecuencia de los altos índices de violencia de los que las mujeres son víctimas.
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No obstante, la utilización del término violencia de género como sinónimo de violencia contra la mujer, contribuye a la invisibilización de formas de violencia alternativas, entre ellas la violencia contra el hombre.
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Pese a la renuencia de muchos/as por reconocer el hecho de que algunos hombres son víctimas de violencia física, verbal y psicológica a manos de sus parejas mujeres, en el contexto de relaciones sexo-afectivas como el noviazgo, matrimonio o uniones libres, así como, la violencia ejercida contra los hombres por su preferencia sexo-afectiva no heterosexual, estas también son violencia de género.
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Hay también quienes afirman que esta forma de violencia no es violencia de género, que solo es violencia de género aquella cometida contra las mujeres “por el hecho de ser mujeres”, pero a las mujeres no se les violenta solo por el hecho de ser mujeres, se les violenta porque en la sociedad las mujeres han sido consideradas objeto adquirible y apropiable por parte del hombre, desde las nociones de propiedad, pero también por la transgresión que ellas hagan del orden social estatuido.
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Pero los hombres también son acosados y violentados por sus compañeras, como consecuencia de las mismas nociones de propiedad constitutivas de las relaciones de pareja, así como, muchos hombres no heterosexuales son víctimas de violencia al haber transgredido la expectativa social de masculinidad que se les ha impuesto.
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Por esta razón, la violencia de género es un problema que puede incluir a los hombres en múltiples situaciones como: ataques o violaciones sexuales, prostitución forzada, tráfico de personas, acoso u hostigamiento en organizaciones masculinas, ataques homofóbicos hacia personas o grupos de homosexuales, bisexuales y transgéneros, entre otros.
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No obstante, la negación de las distintas formas de violencia ejercidas contra el hombre se fundamentan en la ausencia o limitada existencia de estadísticas que lo respalden, sin embargo, no debe obviarse el hecho de que el estigma existente, el cuestionamiento de la masculinidad al que se expone un hombre que denuncie haber sido violentado en cualquiera de sus formas contribuye a la inhibición y evitación del reconocimiento y denuncia de actos de violencia cometidos en su contra.
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Los hombres, víctimas de violencia de género, no se atreven a denunciar la situación temiendo la sanción social y el debilitamiento de su masculinidad en una sociedad en la que los hombres han sido socializados para la fuerza, la violencia, el dominio, además de ello, pues en consonancia con la expectativa de masculinidad en una sociedad patriarcal, son víctimas de la violencia institucional en los organismos en los cuales acude, (si es que lo hace).
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Por ello, si bien es cierto que los hombres son menos propensos a ser víctimas de violencia de género, la invisibilización de dicho fenómeno contribuye al incremento de estas prácticas y crea las condiciones para la impunidad.
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Eloy Peña.