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Después de cenar no tomo café porque me paso la noche en vela.Pero como me apetecía no me hice caso y tomé uno sólo y doble.
Ví una película por la TV. Hablé por teléfono y me fui a la cama.
Vuelta a la derecha, a la izquierda o boca arriba, no podía dormir.
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Sentado en el sofá cigarrillo y vaso en manos miraba al techo.
Me puse a escuchar música. De la que se oye. Los sentidos despierta.
Sobre la mesa un libro. Sin título. Lo abrí, todas las páginas en blanco.
Bien encuadernado parecía muy viejo. Las letras se habían borrado.
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Entre trago y trago intenté leerlo. Porque hace tiempo estuvo escrito.
Por ello, tendría que decir algo. Como el silencio que nos rodea.
El aire que nos mantiene vivos. El dormir o el pensar en el mañana.
Todo tiene sentido. Desde la pobreza a la riqueza. Del amor al odio.
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También la paz o la guerra. Del robar al matar. Hasta reír o llorar.
Según pasaba las páginas una a una y muy lentamente, más me gustaba.
Me embargaba y me llevaba a pensar de verdad. Como la misma vida.
Esa vida que llevamos porque nos lleva hacia lo desconocido.
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Miedos que tenemos pero escondemos porque son nuestros.
Cuando me miro al espejo me veo por fuera pero no por dentro.
Ahora leyendo el libro veo mi alma y mis entrañas.
El tiempo sigue, la noche se va marchando y el libro terminando.
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Cierro la tapa. Con una cerilla le prendo fuego. Arde cada vez más.
El humo me salta las lágrimas. Ya se apaga. No hay humo.
Pero sigo llorando, porque sin leer he leído. Sin querer he sentido.
Está amaneciendo. Los ojos se me cierran. Me acuesto y duermo.
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Eloy Peña.
Gran constatación....
ResponderEliminarYo también recurro a mis memorias en mis noches de insomnio, ahí te va un extracto:
ResponderEliminarLa noche serena sin presagio de lluvia incitaba a volcar los instintos.
Jesús había hecho buenas migas en el colegio, estaba en el terruño de sus padres por primera vez desterrado de las tentaciones de la capital. Con quince años sabía de tabernas y las muchachas eran un deleite que lo arrastraban peligrosamente según su progenitor, quien harto, lo despachó a mil kilómetros de Lima, donde en las heladas serranías paternas hallaría el bálsamo para esos escozores que lo atormentaban. Un buen día Jesús atravesó las escarpadas cumbres y en un nublado amanecer se encontró con una pintura de tejados rojizos sobre altas y blancas casonas enfrentadas como en íntimo cotilleo entre las estrechas calles.
La masa de granujas respiraba ansiosa con cómplices sonrisas, algo se traían entre manos, pero Jesús como capitalino respiraba tranquilo.
Bueno -dijo Blas- ahora te vas a tirar tu primer polvo en Huari... Carajo a quién, no veo ninguna hembra para hacernos el favor... Nosotros sabemos donde matar la gallina... Bueno, pero estamos en el pueblo y si tumbamos a una nos reconoce... No te preocupes, eso sí tienes que guardar silencio, no digas nada cuando te la tires porque la cagas, a ella le gusta el asunto calladitos sino pegará un grito, te la llevaremos a un galpón en tinieblas y te la tirarás solito, cortesía de la casa.
Esperé en el galpón, de pronto vi en la penumbra unas sombras con un cuerpo sobre la alta muralla, la tenían en vilo y la recibieron como un bulto. La pusieron a mis pies, echadita, sin quejas, como resignada, aceptando.
Quería decirle algo pero me habían advertido. Me eché a su lado, la rocé con mis manos y sentí la curva pronunciada de sus muslos, estaba tendida entreabierta, levanté sus polleras y palpé su bajo vientre, estaba peladita. Desenvainé y fui al ataque, fui correcto en la penetración, fui generosamente lento, giré tiernamente lubricando la entrada y avancé sellando delicadamente. Ella gruñó o eso me pareció y me desconcertó, esperaba quizás un gemido, pero gruñó, soy sincero eso acabó con mi ternura y me volví un volcán, si la hacía gruñir de placer la inundaría como un semental. Me di a fondo y no dije ni pío, ella gruñó muy quietecita hasta que de dos salvajes embestidas parecí hundirme y derramarme en su humanidad.
Quise agradecerle y citarla pero me contuve, ya mis buenos amigos me prepararían otro encuentro.
De pronto la luz de una linterna me asustó y quise huir, cuando escuché la voz de Blas y toda la patota que no sé cómo mierda habían entrado y me felicitaban, y yo considerando el favor recién gustado aceptaba con indulgencia. Me preguntaron si quería conocerla, yo dije que sí y los muy malditos entre risas la alumbraron: era la opa del pueblo, una retardada mental, por eso gruñía cuando la embestía. No te puedes quejar... No disimules bien que te gustó... Acá es costumbre y no sale embarazada.
Yo no podía decir algo coherente ni quejarme, me habían visto disfrutar de la opa. Salí en silencio y vagué por el pueblo hasta hallar una chichería, pedí al anciano que atendía: Viejo, una chicha con su ración de alcohol... ¿Tomas solo?... Sí, esta noche no quiero saber nada de la patota, sólo quiero emborracharme... ¿Te dejó la hembra con esa pinta?... No, lo que pasa es que me acabo de tirar a la retardada por una trampa de esos desgraciados, no me di cuenta en la oscuridad sino... Sino qué ¿Sino te aguantabas? ¿Por eso tomas? El viejo truhán me miró fijamente y me espetó: ¿O te ha gustado? Me limpié la espuma de chicha y contesté: Creo que sí viejo, creo que sí, sobre todo cuando en silencio me recibía y a cada embate me gruñía como dándome aliento.
Dame otra chicha más y esta vez échale dos puntas de alcohol. Estas punas son la morada del Diablo y mi padre que quería alejarme del infierno.
No hay llanto sólo nostalgia, porque sin querer he vuelto a sentir... está amaneciendo para mis ojos, me acuesto y los dejo cerrarse.
Saludos, Eloy.
Mi querido Eloy: a ver...¿cómo se te ocurre tomar café de noche, si además tienes el sueño cambiado?...ya te vale!!!!.. después te diré y espero que quemar un libro es delito y espero que sólo sea producto de tu inventiva.....A mí con la nueva medicina-droga...de la Unidad del Dolor...ayssssss me paso la noche dormida (algo raro en mí) y el día medio atontada..Espero que pasaras unos buenos días de fiesta....besitos
ResponderEliminarDe chaval siempre me tomaba un café con leche antes de acostarme.
ResponderEliminarAhora sólo desayunando y no más.
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Yo creo que me he acostumbrado al dolor.
Cuando no me duele nada, estoy peor.
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Jesús, la paso con una cruz encima.
Yo, parecido pero sin cruz.
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Un beso mi amor.