Frustrado sexualmente y con la cara desfigurada, tres amigos de Rajoy tienen pruebas de sus viajes secretos a Cuba y al Caribe
Mariano Rajoy— 29 enero 2014

Recreación del blog de “la cortesana”, cuando sugirieron a Rajoy desde el PP que se quitara la barba
Ninguna biografía oficial de Rajoy lo desvela, pero lo cierto es que el cinismo y las continuas mentiras del presidente del Gobierno, hasta convertirse en un estado practicamente patológico, proceden de algo que traumatizaría a cualquier ser humano de por vida: con 24 años su rostro hasta entonces delicado y casi femenino se transformó en algo mostruoso y atroz: “Vino en un estado lamentable, tenía un traumatismo facial muy grave, en toda la cara, los labios, los párpados, múltiples heridas. Me guié por ciertas marcas. Para reconstruir, por ejemplo, la comisura labial destrozada, la división entre la mucosa y la piel se convierte en una línea a seguir. Estaba prácticamente desfigurado por el accidente. Tenía tremendos destrozos, las heridas son muy visibles y perturbadoras. Y él tenía muchas heridas”, recuerda el doctor Luis Zaera de la Vega.

Una de las farolas de Villafranca del Bierzo, el pueblo donde Rajoy tuvo su primer accidente de coche conocido
Según cuentan sus amigos de esos años, Rajoy apuraba la vida al máximo, pero debía guardar discreción en los pueblos donde trabajaba. El registrador, como el médico, el notario o el maestro, posee un estatus, aunque sea joven. Por eso se desfogaba fuera de Galicia. Y tenemos los nombres de tres testigos: el realizador Angel Peláez, el empresario Gerardo Lorenzo y el periodista y médico P. R. –damos solo las iniciales por expreso deseo del mismo–, los tres gallegos que conocen los viajes clandestinos de Mariano Rajoy al Caribe y, especialmente a Cuba, los más conflictivos diplomáticamente, además de sus devaneos por el barrio de Chueca en Madrid.
Los tres tienen datos, pruebas y, lo que es más comprometedor, fotografías de sus juergas y fiestas con todo tipo de geografías humanas, de toda suerte y condición. “Era normal, estaba soltero y le gustaba el sexo, fuera de Pontevedra se soltaba”, comenta a este blog un allegado a uno de estos tres amigos que escuchó el pormenorizado relato de uno de ellos. El problema es que los viajes secretos de Rajoy a Cuba ahora son un problema político porque lo que fue un divertimento secreto y quizás algo hipócrita de un diputado del PP ahora se convierte en un asunto de Estado como presidente del Gobierno.
¿Con quién estuvo Rajoy? ¿alguien puede hacerle chantaje con las fotografías de esas lascivas orgías? Nada se sabe, salvo que en una de ellas la farra fue de tal calibre que tuvo otro leve accidente de tráfico, el tercero tras el que le marcó la cara, anterior al cuarto, que fue el del helicóptero con Esperanza Aguirre. Y no es su único secreto.

Palas de Rei, la localidad donde Rajoy tuvo el fatídico accidente que le marcó la cara y le cambió la vida
¿A qué se debe su extremada crueldad? Rajoy es insensible al drama cotidiano de 6 millones de españoles en paro, 300.000 estafados por los bancos, la mayoría ancianos, 425.000 personas desahuciadas, más de 700.000 ciudadanos exiliados, 983.000 jóvenes sin empleo y sin futuro (57,7%, la más alta de Europa y gran parte del mundo), otros 1,4 millones ciudadanos sin luz ni calefacción, cortada en invierno, más de 15.000 suicidios en los 5 años de crisis… Y lo que es peor: el hambre física que ha vuelto a España y que no se veía desde la posguerra civil. Los bancos de alimentos y las ONG, ya sean católicas o laicas, claman al cielo por la insensibilidad de un presidente que es incapaz de ver más allá de sus narices el drama del hambre infantil que golpea a su pueblo: 2,2 millones de niños afectados. Él todo lo soluciona con una frase ocurrente, un refrán que cree gracioso y que su corte de aduladores le ríe, una timidez enfermiza y un complejo de culpa por lo que sabe de su pasado, borrascoso, oscuro y falaz.
Frente a la total incomprensión de los medios de comunicación españoles, “Espía en el Congreso” investigó la biografía oficial de Rajoy para intentar comprender las razones de su rostro de hielo, su arraigada tolerancia –cuando no connivencia e incluso autoría– con el delito administrativo y el nepotismo, y su desdén hacia el sufrimiento ajeno. Según cuentan varios ciudadanos gallegos asqueados con la corrupción que nos han hecho llegar su testimonio, Rajoy fue un chico atormentado en su infancia, adolescencia y vida universitaria por las continuas bromas de sus compañeros, a veces crueles, debido a su ambigua identidad sexual, algo que ocultan todas sus biografías oficiales.
El ciudadano mayor de edad no puede conocer ese dato de su presidente de Gobierno o candidato al cargo porque investigarlo es “políticamente incorrecto”. Algo incomprensible en una democracia que se precie, y no solo las anglosajonas. Lo cierto es que a su timidez y ambigüedad sexual le sumó el grave accidente de tráfico que le desfiguró el rostro y le convirtió durante años en un monstruo acomplejado y frío que sólo podía tener sexo por dinero. “Nadie quería ligar con él, por eso su vida siempre la hacía fuera de Pontevedra”, señala una allegada suya. Y el suplicio, que ahora le devuelve con creces a los españoles, duró años.
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