de las noches antes de conocernos;
con el sabor de un trapo roto
mientras recordaba lo que no recuerdo.
Ya no apetece subirse a los arboles
para oír el canto de los pájaros en celo;
tampoco pasear por las vías del metro
buscando monedas perdidas por el juego.
Todo cambia hasta el billete grande
por otros más pequeños;
el cruzar de acera en las tardes de invierno
mientras te viene o te llega el sueño.
Porque todo cansa hasta el ir corriendo
con pies grandes en zapatos pequeños;
y es que empiezo a sentirme anciano
a pesar de que ya soy viejo.
Eloy Peña.