El día que me marche
dejaré mi cuerpo quieto;
para que lo entierren
entre todos los muertos.
Seguirá el día a la noche
las tierras al campo;
el beso con el abrazo
para dormir soñando.
Porque la vida no cambia
cambiamos nosotros;
pues ella es un juego
de afortunados, de gafados.
Ganan unos, otros pierden,
ante los que sólo miran;
con muchas preguntas
algunas, sin repuesta cierta.
Las dudas y sus misterios
en días nublados y fríos;
en los que vamos o venimos
recorriendo nuestros destinos.
Dónde iré, no lo sé,
sólo sé que no estaré;
como luz de estrella apagada
de las noches ya pasadas.
Diré, parte de vida fui,
en diferentes tiempos;
buenos o malos,
regulares y enfermos.
Dios, me enseñó
a creer y a no creer;
también amar al amor
con los cinco sentidos.
Fui libre de pensares
porque dentro los llevo;
de ir, volver o de parar,
también de subir y de bajar.
Aires por vientos
nubes por tormentas;
veranos por inviernos
que pasaron corriendo.
En fin, qué más decir,
del casino de la vida;
mientras unos pierden
otros también se arruinan.
Eloy Peña.