De niños nos conocimos
la juventud nos separó;
con nuestros padres
a buscarse la vida.
Tú a Francia yo a Japón
unidos por las vivencias;
cartas fotos y teléfono
eran nuestros mensajeros.
El tiempo su vuelo llevaba
porque nadie lo paraba;
de días semanas hasta meses
años sumaban también restaban.
Te casaste después yo
con hijos con nietos;
todo a pocos cambiaba
siempre íbamos a peor.
Quedaste viuda y viudo yo
el teléfono nunca nos separó;
por ello no se apagó la llama
de la cerilla que nos encendió.
Por diferentes motivos
volvimos al añorado pueblo;
el que nos vió nacer
entre risas y juegos.
Hoy el destino ha querido
que estemos juntos para siempre;
en nuestro mismo cementerio
pues la muerte nos unió.
Eloy Peña.