Hola amigos de Internet, soy Letiza
y quiero compartir una historia de amor, vivida.
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Llevaba tiempo pensando voy o no voy... Había conocido hace unos seis meses a un chico (David) vía Internet. No sabía como era físicamente pero su forma de ser encendió algo dentro de mí que me obligaba a acudir a una cita a ciegas... en un restaurant del viejo Madrid (España).
Estaba nerviosa a pesar de mis años vividos... novios, amantes y hasta marido... que ya guardé en el baúl de los recuerdos. No sabía que ponerme o que quitarme... falda o pantalón, colonia o perfume, sostén con bragas o sin bragas, o sin sostén ni bragas... Zapato con tacón o bajo, camisa, blusa, camiseta, chaqueta o rebeca. ¡¡¡¡Un desastre de mierda de nervios... DIOS!!!!
No llevé el coche porque según iba, seguro que me la pegaba... por lo que cogí un taxi, libre. Eran las 9 de la noche (habíamos quedado a las 8´30) y por el lugar de la cita, allí estaba David. - Era feo de cojones - Casi calvo - Algo más joven que yo y más alto que Jiménez Losantos - Con gafas de cristales de culo de botella (no alcaldesa). Su traje, ¡¡¡qué traje madre mía!!!. Parecía el de su primera comunión... chaqueta azul marino y pantalón rojo por encima de los tobillos, donde asomaban unos calcetines de color blanco con unos zapatos de ante marrón.
Al cruzar la calle camino del restaurant, tropezó con el bordillo que le llevó al suelo... pobre David, ¡¡¡qué hostia se pegó!!!. Se las vió y se las deseó para ponerse en pie, porque no encontraba las gafas y no me podía agachar, porque la faja me lo impedía.
El restaurante (Casa Furcio) era una reliquia del Madrid de los Borbones (rellenos de alcohol). Teníamos una mesa reservada con un ticket descuento que David compró por Internet.
Sentados, el uno frente al otro y, como dos tortolitos en celo, nos agarramos de las manos. Si yo estaba nerviosa... él, me miraba fijamente como si no me viera. Tenía cara de estreñido y cuando intentó decirme algo... le entró hipo.
El restaurante (Casa Furcio) era una reliquia del Madrid de los Borbones (rellenos de alcohol). Teníamos una mesa reservada con un ticket descuento que David compró por Internet.
Sentados, el uno frente al otro y, como dos tortolitos en celo, nos agarramos de las manos. Si yo estaba nerviosa... él, me miraba fijamente como si no me viera. Tenía cara de estreñido y cuando intentó decirme algo... le entró hipo.
Pedimos dos bocadillos de calamares a la romana y una de ensaladilla rusa, con una botella de gran reserva de la Ribera del Duero... el camarero nos miró como a bichos raros. El pan algo duro, hacía que David jugase con su dentadura postiza a la hora de morder. Hablamos y bebimos... nos escupimos, eructamos y nos reímos tanto que yo, notaba la humedad de mi silla, porque me estaba meando. Tomamos unos carajillos de anís, coñac, whisky y de ginebra... a eso de las 3 de la mañana nos fuimos, pues nos echaron.
David era encantador y al salir del restaurante me bailo una jota ya que, era de Zaragoza su jefe. Cogimos su moto (parecía un triciclo de pedales) y haciendo eses y más eses... me llevó a casa. Le invité a tomar una copa pero como era muy tímido me dijo: otro día vida mía, porque con tu mirada y tu halitosis no sé, que te dejaría de hacer. FIN.
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Eloy Peña.
David era encantador y al salir del restaurante me bailo una jota ya que, era de Zaragoza su jefe. Cogimos su moto (parecía un triciclo de pedales) y haciendo eses y más eses... me llevó a casa. Le invité a tomar una copa pero como era muy tímido me dijo: otro día vida mía, porque con tu mirada y tu halitosis no sé, que te dejaría de hacer. FIN.
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Eloy Peña.
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